¿Alguien alguna vez se ha dedicado a contar las personas que te dicen que van a estar ahí siempre y luego emigran cual pájaros en invierno?
Pues yo no las he contado, pero os puedo decir que el número es asombroso.
Y si no es por una cosa, es por otra.
Porque ya no nos vemos, porque ya no hablamos, porque tengo que estudiar, porque mi chic@ también se merece mi tiempo, porque no me necesitas, porque estoy conociendo a alguien.. bla bla bla bla.
Y me canso. Me canso de verdad.
Me canso de mandarle un mensaje a mi mejor amigo dandole las gracias y no me responda ni con un toque. Me canso de proponerle a mi otro mejor amigo quedar y que nunca pueda, que tampoco me devuelva las llamadas. Me canso de perder a un buen amigo porque me está dejando de lado por otra. Porque si una cosa he aprendido de verdad en este largo camino de baches es que las relaciones vienen y van, se terminan, pero los amigos son para siempre (bueno, los de verdad verdadera de yoigo) aunque supongo que no puedo pedir que todo el mundo tenga esto presente.
Me canso de no estar con quien quiero, de no tener tiempo para pasarme la tarde tirada en un parque filosofando, pero me cansa más que nadie tenga la voluntad de hacerlo conmigo.
Entiendo que todos teneis unas vidas muy ocupadas con muchos compromisos sociales que atender, pero ¿sabeis qué? que melapela. Al cuerno con vuestras agetreadas vidas que no tienen tiempo para tomar un helado y echarnos unas risas.
Me he cansado de todo eso. Me he cansado de ir detrás, de luchar por un buen rato.
Ahora me trae todo al fresco, viviré como el resto.
Quien quiera quedar que me llame, quien quiera hablar, que me llame. Ya veré si tengo un hueco en mi apretadísima agenda de parecer alguien.
Ya veremos.
Eso sí, no puedo despedirme sin dar las gracias a las personas que rompen mi rutina o a los que prometieron estar ahí siempre y de momento lo han cumplido. Claro que, eso es de momento.