Que la gente va y viene. Cambiamos de vagones, pero el tren no se detiene. El tiempo pasa, la vida pesa. Me acerco peligrosamente al punto donde nada encaja. Pero hoy sé que es un día. Es el día tonto, de esos que se ve todo gris. La gente no entiende que no puedo sonreir 24h al día, 7 días a la semana. O sonríes siempre, o te pasa algo. Y las cosas no son blancas o negras. Hay tonalidades de grises. No sé cuándo acabará mi época de cambio. Tal vez ya ha terminado. O quizás solo ha hecho más que empezar. Pero empezar a empezado. De veras que lo ha hecho. Ya nada es como antes. Nada es igual a 9 meses atrás. Feliz segundo de bachillerato. Espera, ¿feliz? No sé. Tal vez feliz no es el adjetivo adecuado. Ahora todo vuela, rápido. Los días se esfuman entre mis dedos. Se intercalan las medidas de tiempo, a veces pasa rápido, otras lento, pero nunca como debería. Más gente de la que me gustaría está lejos. No necesariamente de un modo geográfico, a veces no se necesita viajar para estar lejos de alguien. Puedes estarlo incluso a su lado. Ya no sé donde quedan muchas cosas, e incluso dentro de los cambios (a los que empiezo a acostumbrarme) hay cosas que sigo sin entender. Me dicen que le doy mucha importancia, sí, puede que sea eso. O tal vez es el día. Hoy me duele el cuello. Y el corazón, todo sea dicho de paso.