Posiblemente si fuese otra persona, en este preciso momento estaría dando saltos de alegría. Es más, estoy segura de que si no fuese como soy, hubiese salido a celebrarlo.
Tal vez uno de los momentos de ayer fuese uno de esos que esperas toda tu vida. De esos que te dejan con mariposas en el estómago un mes y que te pasas el día sonriendo como una pámfila.
Yo no. Yo no tengo mariposas hoy. Ni las tuve ayer. Llevo 6 años con ellas y no sé si se me quitarán algún día.
No diré que no me alegre por saber que las cosas serían diferentes si en 7 meses no le perdiese. Pero solo ha hecho que complicar las cosas. Le quiero. Y le querré siempre.
Pero tengo que pensar mucho. Ayer quedaron demasiadas en el tintero, tengo mucho que decirle. Y solo tengo 7 meses y una cobardía que no me deja avanzar.
Tal vez me meta en su maleta. No quiero que esto se acabe.
Ayer me mataba mirar el reloj, el paso de los minutos me arañaba cada rincón de mi cuerpo, solo quería pararlo, como no he querido nunca. Y él lo sabe.
Pero por suerte, era jueves. Eso no se me descuenta de mis dos sábados como regalo de cumpleaños.